El estrés es una experiencia de inestabilidad psicológica como respuesta
a factores ambientales externos. Esta enfermedad es una fuente de
patología y produce efectos a corto, medio y largo plazo. Además, puede
dañar el cerebro a nivel molecular y desde ahí, extender su daño al
resto del cuerpo.
La ansiedad y el estrés son trastornos que conllevan una enorme carga
social en términos de discapacidad y costes sociales. Se estima que
entre un 25 y 40 por ciento de la población padece algún episodio de
ansiedad a lo largo de su vida.
Los trastornos de ansiedad son la enfermedad psiquiátrica más prevalente
entre la población general. Ansiedad y estrés aparecen como dos caras
de una misma moneda. “La ansiedad es la vertiente psicológica del estrés
y éste es la vertiente somática, el lado biológico, de la ansiedad”,
señala José Luis Carrasco, jefe de sección del Servicio de Psiquiatría y
director de la Unidad de Trastornos de la Personalidad del Hospital
Clínico San Carlos, de Madrid, España.
”Normalmente, la ansiedad y/o el estrés permiten al individuo
interaccionar con su entorno, pero cuando estos se convierten en
patológicos pueden generar en el individuo sufrimiento, discapacidad
para afrontar la vida cotidiana y un aumento del riesgo de suicidio y de
caer en adicciones. En este sentido, el estrés y la ansiedad vinculados
a la familia y al trabajo son los que más preocupan”, puntualiza
Carrasco.
En palabras del experto, “los trastornos de ansiedad conllevan una
enorme carga social en términos de discapacidad y costes sociales debido
entre otros factores a que suelen aparecer precozmente (en la
adolescencia), son muy persistentes, producen mucho sufrimiento,
demandan una importante asistencia socio-sanitaria, causan frecuentes
bajas laborales, etc.”
Esta cuestión entronca con una de las grandes preocupaciones de nuestro
tiempo: la crisis. José Luis Carrasco entiende que “el síndrome de la
crisis afecta a todas las ramas de la medicina, ya que tras diversos
síntomas subyace la ansiedad y la angustia, cuyo origen es la
incertidumbre por el futuro”.
El especialista distingue entre “dos tipos de afecciones. Por una parte
la del individuo que todavía no ha perdido su empleo y se encuentra en
una situación más normal, cuyos principales problemas son mareos,
jaquecas, falta de sueño o de apetito y dolores. Por otro lado, se
encuentran los afectados directamente por la crisis, bien sea por que
han perdido el trabajo o bien porque se encuentran en una situación
crítica. En este caso hay una base de desesperanza que conlleva síntomas
de depresión, desánimo, cansancio o falta de interés”.
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