jueves, 22 de diciembre de 2011

Ansiedad y estrés: dos caras de una misma moneda

El estrés es una experiencia de inestabilidad psicológica como respuesta a factores ambientales externos. Esta enfermedad es una fuente de patología y produce efectos a corto, medio y largo plazo. Además, puede dañar el cerebro a nivel molecular y desde ahí, extender su daño al resto del cuerpo.

La ansiedad y el estrés son trastornos que conllevan una enorme carga social en términos de discapacidad y costes sociales. Se estima que entre un 25 y 40 por ciento de la población padece algún episodio de ansiedad a lo largo de su vida.

Los trastornos de ansiedad son la enfermedad psiquiátrica más prevalente entre la población general. Ansiedad y estrés aparecen como dos caras de una misma moneda. “La ansiedad es la vertiente psicológica del estrés y éste es la vertiente somática, el lado biológico, de la ansiedad”, señala José Luis Carrasco, jefe de sección del Servicio de Psiquiatría y director de la Unidad de Trastornos de la Personalidad del Hospital Clínico San Carlos, de Madrid, España.

”Normalmente, la ansiedad y/o el estrés permiten al individuo interaccionar con su entorno, pero cuando estos se convierten en patológicos pueden generar en el individuo sufrimiento, discapacidad para afrontar la vida cotidiana y un aumento del riesgo de suicidio y de caer en adicciones. En este sentido, el estrés y la ansiedad vinculados a la familia y al trabajo son los que más preocupan”, puntualiza Carrasco.

En palabras del experto, “los trastornos de ansiedad conllevan una enorme carga social en términos de discapacidad y costes sociales debido entre otros factores a que suelen aparecer precozmente (en la adolescencia), son muy persistentes, producen mucho sufrimiento, demandan una importante asistencia socio-sanitaria, causan frecuentes bajas laborales, etc.”

Esta cuestión entronca con una de las grandes preocupaciones de nuestro tiempo: la crisis. José Luis Carrasco entiende que “el síndrome de la crisis afecta a todas las ramas de la medicina, ya que tras diversos síntomas subyace la ansiedad y la angustia, cuyo origen es la incertidumbre por el futuro”.

El especialista distingue entre “dos tipos de afecciones. Por una parte la del individuo que todavía no ha perdido su empleo y se encuentra en una situación más normal, cuyos principales problemas son mareos, jaquecas, falta de sueño o de apetito y dolores. Por otro lado, se encuentran los afectados directamente por la crisis, bien sea por que han perdido el trabajo o bien porque se encuentran en una situación crítica. En este caso hay una base de desesperanza que conlleva síntomas de depresión, desánimo, cansancio o falta de interés”.

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